“Que no es viejo, que es clásico” – es lo que me contestaba Enrique cada vez que se me ocurría llamarle “vejestorio” a algún auto que divisaba a lo lejos. Con el tiempo, esta frase fue adoptada por el resto de la familia convirtiéndose en una de las favoritas y usadas jocosamente cada vez que a Enrique se le cruzaba algún objeto con cara de antiguo.
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