Ser mamá de Enrique es como subirse a la montaña rusa, pero sin poderse bajar. La vida junto a él ha sido un paseo interminable lleno de sorpresas, alegrías, emociones intensas, adrenalina y sustos.
Desde pequeño, Enrique demostró tener un talento innato para el deporte. No solo sobresalía en cada una de las disciplinas que practicaba, sino que también, a través de ellas empezó a conocer el valor del esfuerzo, la tenacidad, el compromiso, el trabajo en equipo y el orgullo de un reto cumplido.
Varios trofeos y medallas fueron decorando el librero y paredes de su cuarto con el paso del tiempo.
Durante sus años en St. Stanislaus Enrique practicó todos los deportes ofrecidos por la escuela, sin embargo, fue el fútbol el cual más le gustó para dedicarse de lleno. Junto con su equipo, llevaron a St. Stanislaus a ganar varios torneos y nuevos trofeos se sumaron a la colección existente en el gimnasio de la escuela.
Su capacidad llamó la atención de uno que otro “scout” buscadores de talentos quienes ofrecían becas deportivas a nivel universitario, y con la posibilidad de ser seleccionado, Enrique se dedicó en cuerpo y alma a jugar fútbol. Se inscribió al club FC United en donde entrenaban y jugaban de 4 a 6 veces por semana.
En su penúltimo año de la preparatoria, mientras jugaba con su equipo en un torneo en Hattiesburg MS. Enrique recibió una patada en la pierna derecha la cual le causó fractura de tibia y peroné. Un rato después recibíamos la llamada del cirujano ortopedista pidiendo nuestra autorización para intervenirlo quirúrgicamente. Fue una cirugía de caballo en donde tuvieron que fijarle una barra de titanio de la rodilla hasta casi el tobillo. Enrique y yo tomamos el primer vuelo que pudimos y después de varias horas entre escalas de avión y manejo a dicho lugar, llegamos a verlo. El médico nos explicó lo serio de la fractura y nos dijo que el tiempo de recuperación sería prolongado.
Con la determinación que lo caracteriza y lo voluntarioso que siempre ha sido, Enrique se concentró en cumplir con su terapia física, y después de casi un año de arduo trabajo fue dado de alta. Debido a este desafortunado accidente, el chamaco tuvo que hacer a un lado el sueño de obtener una beca para jugar fútbol. Fueron tiempos muy difíciles para él, siendo que el deporte era una parte tan importante en su vida.
Es así como empezó a practicar otras actividades que resultaron físicamente menos demandantes. Su amigo Josh Cameron le enseñó a pescar y con él aprendió todo lo referente a la pesca deportiva. Entraron juntos a una competencia de pesca de robalo donde orgullosamente ganaron el segundo lugar. Sin embargo, Enrique no encontró verdadera pasión en la pesca y siguió buscando.
Conoció también la caza deportiva en donde aprendió a usar con destreza el arco y la flecha. Practicó por largas horas la habilidad de “aguardar” y permanecer en una misma posición esperando a su presa. Y aunque reconozco que de todo se aprende y todo nos hace crecer de alguna manera u otra, para la alegría del resto de la familia, tampoco encontró en la cacería la pasión de su vida.
Después de graduarse de St. Stanislaus, Enrique inició sus estudios universitarios en Mississippi State University en Starkville. Uno que otro fin de semana salía de pesca con su amigo Josh o participaba en actividades de caza durante la temporada de venado y aunque disfrutaba de ambas actividades y la compañía de su amigo, nada se comparaba a aquello que sentía cuando estaba en la cancha jugando fútbol.
En sus dos primeros años de universidad Enrique cambio de carrera, se dedicó a la fiesta y empezó a descuidar sus estudios. Algo se había perdido: la pasión por algo.
Y fue entonces que una tabla de wakeboard le cambió la vida.
Con su tabla y algunos amigos, Enrique empezó a ir al río los fines de semana. Se pasaban las horas divertidos mientras hacían turnos de jalarse el uno al otro con un jet ski, alcanzándolos el atardecer sin darse cuenta. Empezó a sentir la urgencia de que llegara el fin de semana para subirse de nuevo a la tabla, su pierna había pasado la prueba de dolor y resistencia y esta nueva actividad física empezaba a ocupar una parte central en su vida. Por un lado, estar en el agua lo relajaba, y por otro, cada brinco y pirueta que realizaba con su tabla se traducía en un “coctel” de emociones, retos y adrenalina que lo desbordaban de alegría y dejaban con las ganas de más.
En una de estas tardes a Enrique se le ocurrió la idea de iniciar un “club de wakeboard” que formara parte de la Universidad. Sabiendo que no tenía nada que perder al intentarlo, puso manos a la obra. Escribió una acta constitutiva para el club y llenó la aplicación correspondiente. Después de algún tiempo recibieron la noticia de haber sido aprobados por la Universidad y el 26 de febrero de 2012 el Mississippi State University Water Ski and Wakeboard Club se consituyó oficialmente conformado por un puñado de miembros siendo Enrique su fundador. Esa misma tarde Stephen Roberson y Enrique tuvieron su primera práctica.
Enrique empezó a organizar eventos para reclutar nuevos miembros, tocó puertas por todos lados buscando patrocinadores. Gracias a su gran carisma, don de gentes que lo caracterizan y una pasión que empezaba a asomarse, encontró ayuda y en poco tiempo el club de wakeboard contaba con una lancha prestada, algunas tablas, gorras, playeras y todas las ganas del mundo. Los fines de semana se convirtieron en días de práctica para el nuevo club y tiempo después participaban en su primera competencia local en donde quedaron, para sorpresa de varios, en muy honroso lugar.
En su primer año de fundado, el club logró terminar dentro de los tres primeros lugares en varios torneos. Los “underdogs” como así los llamaban, empezaron a voltear cabezas y a llamar la atención de otras Universidades y fue en poco tiempo que fueron invitados a competir en el Collegiate Wakeboard National Championships en donde quedaron en doceavo lugar a nivel nacional. Dos años después, el club contaba ya con 80 miembros.
Y es así como Enrique encontró en el Wakeboarding una nueva pasión que hoy es parte de su vida y lo ha llevado a brillar como persona, deportista, líder y profesionista. De este club nació una gran familia de amigos que seguirá creciendo y la gran satisfacción de un sueño realizado y un reto cumplido.
Muchas Felicidades en tu día hijo. No podría estar más orgullosa de ti.
Hace un año hice un viaje a Starkville donde vi por primera vez a Enrique practicar el wakeboard. Una de las noches invitamos a “the wakeboard family” a cenar. Enrique contaba solamente con un par de sartenes y una que otra pala, así que tuve que pensar en alguna receta que fuera fácil de preparar con los recursos existentes. En el super encontré salsa verde (tomatillo) preparada y surgió la idea de hacer un Budín azteca de pollo con salsa verde. Compré un par de moldes para horno desechables en donde armé la receta y asunto resuelto. La cena fue un éxito.
Les comparto como lo hice
BUDIN AZTECA DE POLLO Y SALSA VERDE
Ingredientes:
4 tortillas de harina de 8″ de diametro
1 frasco de 453gr. (16 fl oz) de salsa verde (tomatillo) preparada. (Yo usé Herdez)
340 gr. (12 oz) de pollo cocido o rostizado desmenuzado
3/4 taza aprox. de crema
150 gr. de queso manchego o Jack rallado
Procedimiento:
1. Unta ambos lados de una tortilla de harina y la base de un pyrex redondo con mantequilla derretida.
2. Coloca la tortilla en el pyrex.
3. Vacía un poco de salsa, luego la tercera parte del pollo y un poco de crema.
4. Repite esta misma operación dos veces más.
5. Termina con una tortilla de harina, salsa, crema y queso rallado.
6. Tapa el pyrex con papel aluminio.
7. Mete al horno a 350 ˚F por 35 min. Retira el papel aluminio y deja por 10 minutos más.
Te comparto este video con todos los pasos.
- 4 tortillas de harina de 8″ de diametro
- 1 frasco de 453gr. (16 fl oz) de salsa verde Herdez
- 340 gr. (12 oz) de pollo cocido o rostizado desmenuzado
- ¾ taza aprox. de crema
- 150 gr. de queso manchego o Jack rallado
- Calienta el horno a 350 ˚F.
- Unta con mantequilla derretida la base de un refractario para pay de 9″ de diámentro.
- Unta con mantequilla derretida 4 tortillas de harina por ambos lados.
- Coloca una tortilla en el refractario. Cubre con un poco de salsa, después con la tercera parte del pollo y rocía con un poco de crema.
- Repite la misma operación dos veces más.
- Coloca la última tortilla, cubre con salsa, un poco de crema y todo el queso rallado.
- Tapa con papel aluminio.
- Mete al horno por 30 minutos. Retira el papel y deja por otros 10 minutos o hasta que haya derretido bien el queso.
- El refractario puede colocarse debajo del “broiler” para que se tueste un poco el queso si se desea.
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