En la calle de Querétaro entre Monterrey y Medellín se encuentra el Mercado Roma, un nuevo concepto de mercado gourmet comunitario o bazar de comida que empieza a ser ya muy popular en varios países del mundo. En el caso de MR, se han reunido, bajo un mismo techo un grupo de conocidos respresentantes de la gastronomía en México junto con productores de alimentos orgánicos y artesanales para otrogar al visitante una nueva experiencia culinaria.
En mi reciente viaje a México tuve oportunidad, un jueves a mediodía, de darme una vuelta para conocerlo. Lo primero que llamó mi atención al entrar fue lo oscuro del espacio, algo que resulta poco común en un mercado dee alimentos. Sin embargo, el contraste del uso de color negro en paredes y mobiliario con el color naranja del piso de mosaico y mesadas me pareció que le daban al lugar una imagen moderna y original.
Por ser temprano, no había mucha gente lo cual nos permitió pasear a nuestras anchas de puesto en puesto conociendo nuevos productos y leyendo menús para abrir el apetito y poder decidir donde comeríamos más tarde al terminar nuestro recorrido.
Uno de los puestos donde nos detuvimos fue el de Germina el cual se especializa en una gran variedad de granos y cereales y en donde el harina de pistache atrajo la curiosidad de mi hermana Mary Anne para probarla en una nueva receta de sus muy famosos waffles.
Al fondo en la esquina encontramos La Tiendita. Un puesto de dulces muy mexicanos y donde el simpático de Chewie (nombre que ostentaba en su camisa) nos dió a probar unas gomitas de guanábana que estaban tan buenas y suavecitas que no me quedó otra mas que llevarme algunas bolsitas.
En la parte posterior del mercado llegamos a un espacio muy agradable. Una pared cubierta de plantas, llamada Metro Huerto, enmarca una terraza con luz natural y un manojo de bancas esperan a alguien que quiera llegar a sentarse y pasar un buen rato mientras saborea unos churros de El Moro sopeados en chocolatito caliente.
Subimos por las escaleras a un entrepiso en donde se encuentran ubicados otra docena de puestos con productos orgánicos, especies y repostería, entre otros. En lo personal, esta parte del mercado me pareció muy oscura y poco atractiva. Le dimos una vuelta rapidita y de repente, en el puesto 45 llamado Chilipines nos dieron a probar unos pepinos rociados con ajonjolí enchilado. De vista no nos habían llamado la atención, pero en cuanto los probamos quedamos enganchadas, mismo fenómeno que sucede con las papas fritas con eso de que ” no se puede comer solo una”. Compré un par de botecitos para traerme a Los Angeles, pero de haber sabido, me hubiera traído varios más, pues solo le tomó a Fernanda dos sentadas para acabarse el primero.
En el primer piso nos asomamos al restaurante Carbón. Un restaurante en toda forma y con mesas vestidas de blanco el cual se especializa en cocinar carnes, aves y pescados en un enorme rosticero que se ve desde la entrada. A pesar de que el menú invitaba a quedarse, no lo hicimos, pues ya nos habíamos hecho a la idea de comer en los puestos de abajo.
Terminamos nuestro recorrido en el último piso donde se encuentra el Biertgarden. Una terraza al aire libre decorada con más plantas y un buen numero de bancas pegaditas una a la otra. Una larga barra ocupa todo un lado del espacio ofreciendo una excelente variedad de cervezas y bebidas. El lugar estaba vacío pues era temprano y entre semana, pero parece ser que en las noches y fines de semana siempre está lleno.
Regresamos a la planta baja donde decidimos comer en el puesto de Oli by Vicente Torres. Era la mera hora de la comida y la barra estaba totalmente ocupada.
Así que decidimos sentarnos en el puesto de junto “José Guadalupe” donde pedimos unas tostadas y un pozole princesa para Olguita mientras se desocupaban algunos lugares en el puesto vecino.
Ordenamos una tostada de pata y otra de hongos al chipotle. La de pata estaba muy buena, aunque para mí, la de Sanborns sigue siendo mi preferida. La de hongos estaba fuera de serie. Digamos que suculenta. Con trabajos me tocó probarla, pues en cuestión de minutos había desaparecido.
En Oli probamos Los hongos en escabeche con papita rostizada y espuma de haba, Unas croquetas de jamón ibérico, el pulpo asado, la tártara de atún marinado con masago y salsa ponzu y la hamburguesa de rabo de toro con cebolla caramelizada y salsa de queso azúl. Todos los platillos estubieron muy ricos y bien peparados, pero si tuviera que escoger mi favorito serían los hongos en escabeche que estuvieron especialmente exquisitos.
Se quedaron pendientes las tortas de La Barraca Valenciana que tenían tan buena pinta, pero ya no había hueco.
A pesar del original diseño y decoración de este mercado gourmet, tengo que confesar que hubo para mí un par de cosas que no me gustaron. Por un lado, las mesadas de los puestos son muy angostas y al sentarse, queda uno lejos del plato. Varios optamos por sentárnos un poco “ladeados” para estar mas cerca de la mesa. Por otro lado, los bancos me parecieron algo incómodos. Quizás están hechos así para que el que se siente no empiece a echar raíces.
Nuestro postre fue una rica y fresquísima nieve de guayaba del puesto de Ozio, quienes elaboran helados artesanales. Ya de salida, nos detuvimos en el puesto de Que Bo! para probar de pura curiosidad un chocolate con relleno sabor de “pan de muerto”. Cosa extraña, pero sí, a eso sabía.
Con un buen sabor de boca nos despedimos de MR contentas por el buen tino de haber caído temprano en jueves donde la pasamos bien y gozamos de la tranquilidad del lugar, pero para aquellos que no pueden darse una escapada entre semana o que les gustan las fiestas y tumultos, el fin de semana resulta ideal para darse una vuelta.
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