Para celebrar San Valentín, he querido compartir en tres partes, la increíble historia de amor de mis papás. En esta primera parte, “El encuentro” se narran las circunstancias que dieron lugar a que un hombre y una mujer, con vidas tan distintas y lejanas, cruzaran sus caminos en un exacto lugar y un mismo instante.
Cada historia se acompaña de una receta dulce para celebrar el amor y la amistad. “El encuentro” fué inspiración para preparar Suspiros de Almendra con Chocolate.
“Nada hay como un suspiro intercalado y entre suspiro y suspiro la melodía ininterrumpida” -Gerardo Diego
“El Encuentro”
Wayne E. Underwood O’Brien fue mi papá. Nació en New Jersey, E.U. en el año de 1931 siendo el tercer hijo de cuatro. Hijo de mis abuelos John y Mary.
Mi papá frente al capitolio de Colorado.
Olga Zabalegui Rico es mi mamá. Ella nació en la Ciudad de Mexico el mismo año que nació mi papa y siendo también la tercera hija de cuatro. Hija de mis abuelos Ignacio y María.
Mamá en una tardeada del Club España.
La historia comienza en el mes de enero del año ‘58. Mi papá, trabajaba como agente de ventas en una compañía distribuidora de piedras naturales y mármoles en la costa este de Estados Unidos. En esas fechas recibió la invitación de un amigo que vivía en la Cd. de México para pasar unos días de descanso en el puerto de Acapulco. Nada podía parecerle más atractivo que la idea de dejar atrás el intenso frío de Nueva Jersey para darle paso a una nueva aventura en un lugar “tropical” que le era tan lejano y misterioso. Así que sin darle mayor pensamiento aceptó gustoso la invitación esperando con ansias que llegara el día para subirse al avión que lo llevaría con destino a la Cd. de Mexico.
Mi papá jovencito.
Mi mamá creció dentro de una familia conservadora y muy tradicional. La mayoría de sus amigas ya estaban casadas, pues en aquellos tiempos, lo común era casarse joven, sin embargo, a sus gloriosos 27 años, seguía encontrando razones por las cuales rechazar a cada “buen partido” que se atravesaba en su camino en aquellas “fiestas de la colonia” o romerías a las que gustosa asistía. En esos tiempos la rondaba un chico que vivía en las afueras del Distrito Federal, el cual le agradaba y lo consideraba un “buen candidato”, sin embargo, aprovechaba la ventaja de vivir a distancia para alargar lo más que le fuera posible el inicio de una relación formal cuyo destino era predecible.
¡Que guapa! Saliendo de una boda.
En ese mismo mes de enero, Yolanda la hermana mayor de mi mamá quien era casada y con un titipuchal de hijos, estaba en Acapulco pasando unos días de descanso con la familia y llamó a mi mamá para invitarla a que pasara unos días con ella sin imaginar, ninguna de las dos, el grandísimo disgusto que esto causaría a mi abuelo. “Las chicas decentes no viajan solas” y además, “¿tú cómo sabes que loco puede sentarse junto a tí en el avión?” – le dijo. Fue el destino, o un momento de debilidad, pero al final mi abuelo otorgó a regañadientes el permiso a su hija de viajar sola por primera vez en su vida.
Sentada en la sala para abordar su avión notó que un caballero caminaba directamente hacia ella. Sintió angustia y lo único que le venía a la mente eran aquellas frases que había oído decir a su padre días antes, y no podía mas que repetirse a ella misma: “Que razón tenía mi padre.”
Elengantísima con mantilla saliendo de misa.
Aquel muchacho quien ya había sido flechado a distancia se acercó a ella tratando de iniciar algún tipo de conversación, pero su esfuerzo fue inútil, y el rechazo de mi mamá fue inmediato y absoluto. No sólo porque se trataba de una persona de procedencia desconocida al cual no le entendía nada, pero peor aún porque no podía quitarse de la mente aquellas frases de su padre que parecían una premonición. Confundido y apenado por el rechazo se disculpó con ella y se retiró. El amigo explicó a mi padre que las chicas decentes no hablaban con extraños y aceptó acompañarlo a pedir en su nombre una disculpa por el momento incómodo que le había hecho pasar y además para explicarle que el interés de mi papá era honesto y sólo deseaba conocerla.
Ya sentada en el avión, se percató que “aquel gringo” y ella iban al mismo lugar. Al verlo caminar por el pasillo se puso nerviosa y escondió su cara tras una revista de modas para hacerse invisible. Pero su vana concentración fue interrumpida por una voz que le dijo: ”May I take this seat?” Sus miradas se cruzaron y ya no le quedó otra mas que hacer una seña de “Si está bien”, pues antes que nada, la Srita. Zabalegui había sido educada con muy buenos modales.
Y en aquel vuelo empezaron a tratar de entenderse. A base de señas y frases cortadas intercambiaron algunas palabras. Mi mamá cautelosa y mi papá en las nubes. Próximos a llegar a su destino, mi papá le expresó que quería verla de nuevo y quería saber donde podría encontrarla. “En la playa” -murmuró ella. Y ahí se despidieron.
Próximo Viernes: “La Playa”
SUSPIROS DE ALMENDRA CON CHOCOLATE (SIN GLUTEN)
Estos merengues de almendra están rellenos de chocolate amargo y almendras. Son ligeros y se acompañan muy bien de un rico cafecito.
Ingredientes:
- 4 claras de huevo grande a temperatura ambiente
- 1/8 cucharita de sal
- 3/4 taza de azúcar granulada
- 1/2 cucharadita de extracto de almendra
- 4 oz (113 gr) chocolate semi-amargo Ghirardelli o cualquier chocolate de buena calidad cortado en trocitos con un cuchillo
- 2/3 taza de almendras fileteadas
Preparación:
Precalienta el horno a 250ºF (130ºC)
Forra dos charolas de horno con papel tipo “parchment”
En un tazón limpio y seco se baten las claras de huevo y la sal con una batidora eléctrica a velocidad alta a formar picos suaves.
Reduce la velocidad a media potencia y agrega poco a poco el azúcar a que se disuelva y se formen picos suaves.
Con una espátula de plástico envuelve suavemente el chocolate y las almendras a que se integren bien.
Coloca cucharaditas copeteadas de la mezcla de merengue sobre las charolas preparadas. Hornea por 50 minutos o hasta que veas que los merengues empiezan a tomar un color dorado pálido en las puntas. Apaga el horno y deja los merengues a que enfríen dentro del horno.*
¡Disfruta!
- 4 claras de huevo grande a temperatura ambiente
- ⅛ cucharita de sal
- ¾ taza de azúcar granulada
- ½ cucharadita de extracto de almendra
- 4 oz (113 gr) chocolate semi-amargo Ghirardelli o cualquier chocolate de buena calidad cortado en trocitos con un cuchillo
- ⅔ taza de almendras fileteadas
- Precalienta el horno a 250ºF (130ºC)
- Forra dos charolas de horno con papel tipo “parchment”
- En un tazón limpio y seco se baten las claras de huevo y la sal con una batidora eléctrica a velocidad alta a formar picos suaves.
- Reduce la velocidad a media potencia y agrega poco a poco el azúcar a que se disuelva y se formen picos suaves.
- Con una espátula de plástico envuelve suavemente el chocolate y las almendras a que se integren bien.
- Coloca cucharaditas copeteadas de la mezcla de merengue sobre las charolas preparadas. Hornea por 50 minutos o hasta que veas que los merengues empiezan a tomar un color dorado pálido en las puntas. Apaga el horno y deja los merengues a que enfríen dentro del horno.*
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