Desde que me acuerdo, siempre he tenido gran debilidad por la comida “banquetera”. Sí, así es, me refiero a aquella que uno se va encontrando por las banquetas en diferentes rincones de la Cd. de México.
Mis primeras experiencias fueron al lado de mi madre en el atrio de la iglesia de Guadalupe Inn a la salida de la misa de domingo; de las “Gorditas de Maíz” recién hechas, que eran sus favoritas, hasta los esquites y elotes preparados que eran los míos. Eso sí, antes de poder degustar cualquiera de estos alimentos, cada puesto y vendedor tenían que pasar el detallado escrutinio y sello de aprobación de Doña Olguita. Higiene, orden y limpieza eran tres cualidades de vital importancia y necesarias para otorgar su permiso.
Durante mi juventud, cuando empecé a saborear el lujo de mandarme sola, fuí conociendo otros muchos puestos “banqueteros” de los cuales tuve mis favoritos; como las quesadillas de la calle de Miguel Ocaranza, las pepitorias de San Angel o las garnachas en la calle de Miguel Hidalgo en Coyoacán. Eso sí, siempre siguiendo la “regla de oro” de HOL heredada de mi mamá.
Hace unos días regresé de la Cd. de México dónde estuve de visita con Olguita. Desde mis últimos dos o tres viajes, se ha convertido en especie de “rutina” el caminar a media mañana a la esquina para comprarnos un cafecito. Esta vez se me atravesó Gustavo a la mitad del camino con sus “Tacos de Canasta” montados en su limpia y bien cuidada bicicleta color rojo.
Gustavo es un chico alegre que vive, hace tres años, de vender de lunes a viernes “Tacos de Canasta” los cuales prepara diariamente con su papá. El día le amanece a las cinco de la mañana donde inicia la preparación de sus guisados: Chicharrón, Frijol, Papa, Adobo o Papa con Longaniza. Se va tempranito por las tortillas recién hechas y regresa a montar sus tacos los cuales acomoda de manera ordenada dentro de su canasta. Los cubre muy bién con plástico, papel y dos impecables y bien planchados manteles para mantenerlos calientitos.
Del asa de la canasta van colgadas una cubeta con una rica salsa cocida de tomate y otra con un encurtido de cebolla, chile habanero y limón, además de un obligado paquete de servilletas de papel.
Emprende su viaje cada mañana de Santo Domingo Coyoacán hacia la calle de Jose Ma. Velasco junto al número 1647 de la Torre Prisma en la colonia San José Insurgentes, en donde llega alrededor de las diez y media de la mañana para iniciar su venta del día.
Son muchos los hombres y mujeres que a media mañana se acercan a comprarle sus tacos para “matar el hambre” o de “puro antojo”, y es casi seguro que para la una y media de la tarde se le hayan terminado, hora en que emprende el regreso a casa.
Si algún día te encuentras por aquellos rumbos con ganas de echarte “un rico taquito de canasta” no dejes de visitar a Gustavo y de paso, salúdalo de mi parte.
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