En unos días se cumplirá el noveno aniversario de que el huracán Katrina pegó en las costas de Louisiana y Mississipi. Uno de los días más difíciles que he vivido como madre y una experiencia fortísima que quedó tatuada en la memoria de Enrique.
“Ma, esto se está poniendo horrible” -fueron las últimas palabras de Enrique antes de cortarse la llamada aquel lunes tempranito del 29 de agosto de 2005. El huracán Katrina de inmensa magnitud pegaba en la costa de Mississippi a escasos 100 metros de donde se encontraba un pequeño grupo de estudiantes, maestros y Hermanos del Sagrado Corazón que tomaban refugio en un edificio de la escuela de St. Stanislaus en Bay St. Louis, MS.
Días antes habíamos recibido la llamada de la escuela avisándonos del huracán en las costas de Florida con probabilidad de entrar al golfo y para hacernos la pregunta de rutina de saber si deseábamos traer a Enrique a casa. Tratándose de una zona vulnerable de huracanes, este proceso se había convertido en “habitual” para nosotros cada ciclo escolar. Llegaba la tormenta, los alumnos se resguardaban en el edificio principal de la escuela el cual había sido construído con las especificaciones necesarias para resistir huracanes, y pasada la tormenta, todo seguía igual a excepción de basura y algunas ramas de árboles que habían sido víctimas de su paso.
Las noticias hablaban de la posibilidad de que el huracán Katrina de magnitud 1 perdiera fuerza después de haber tocado las costas de Florida y sin darle mucha vuelta, decidimos como en ocasiones anteriores dejar a Enrique en St. Stanislaus sabiendo que no tendríamos la posibilidad más tarde de cambiar de opinión.
Edificio donde pasaron la tormenta
Pocos días después, aquel huracán categoría 1, se fue transformando en un monstruo estacionado en el Golfo de México que ocupaba gran parte del mismo. Katrina convertido ahora en un huracán categoría 5 decidió finalmente dirigir su rumbo hacia las costas de Louisiana y Mississippi. Los reportes del centro meteorológico se transformaron en alarmantes con el paso de las horas y las autoridades locales ordenaron la evacuación obligatoria de todos los habitantes de las zonas donde se esperaba que pegara el huracán.
Con una angustia indescriptible e impotencia absoluta pasábamos Enrique y yo las horas anclados a la televisión esperando el milagro de que Katrina desviara su rumbo. La madrugada del lunes la pasamos en vela siendo testigos de lo que ya era inevitable. El huracán con toda su fuerza estaría pegando en la costa en pocas horas.
A las 6 de la mañana entró la llamada de Enrique, fueron solo unos momentos en que pudimos oir su voz y saberlo muy preocupado. Nos dijo que se encontraba en el segundo piso del edificio el cual sentía moverse mucho y que el oleaje era tan fuerte, que el agua había alcanzado el nivel donde estaban. Instantes después se cortó la llamada. Las primeras imágenes que empezaron a mostrarse en las noticias de la Cd. de Nueva Orleans eran desoladoras y conforme pasaba el día íbamos siendo testigos de aquella devastación de gran magnitud. Los medios de comunicación se habían concentrado en mostrar los daños sufridos en Nuevo Orleans causados por la ruptura de los diques que protegían la ciudad, sin embargo, poca se daba a conocer de lo que había ocurrido en el resto de la costa del golfo.
Recuerdo con claridad la manera en que me forzaba a inhalar y exhalar contando mentalmente “uno un mil, dos un mil, tres un mil” hasta llegar al seis para tratar de mantener la calma y que no me ganara la desesperación. Y así se pasaron los minutos, la horas y el resto del día, esperando noticias.
El Hermano Ronald Hingle, director de St. Stanislaus College quien se encontraba en la escuela junto con un puñado de alumnos, entre ellos Enrique, maestros, familias y hermanos del Sagrado Corazón narró en una entrevista tiempo después:
“Las paredes de los salones de clase de uno de los pasillos del segundo piso donde nos encontrábamos parecían respirar moviéndose de dentro hacia afuera. Con la ayuda de varias manos y todas nuestras fuerzas, abrimos cada puerta esquivando los vidrios que estallaban dentro de las aulas. Una vez terminada esta tarea, descubrimos un nuevo peligro; notamos una fila de burbujas que corría del medidor de gas hacia una esquina del edificio. Al no haber manera alguna de llegar hasta donde se encontraba la llave del gas, nos movimos lo más apartados de esa esquina y nos sentamos a rezar. Mientras esperábamos con ansias el fin de la tormenta, podíamos escuchar los golpes incesantes de coches, agua y escombros contra el primer piso y el sonido de las paredes rompiéndose debido a la presión tan fuerte del agua y el viento. A pesar de que el agua había alcanzado el segundo piso a través del hueco del elevador, de la lluvia que caía a borbotones por los tragaluces rotos, las olas inmensas que golpeaban los muros y puertas y vientos de 250 km que azotaban con toda su fuerza, el edificio cumplió su promesa y se mantuvo fuerte contra la ferocidad de Katrina”.
Pasada la tormenta, salieron a encontrarse rodeados de montañas de escombros. Lo que horas antes había sido su escuela y hogar estaba en ruinas y lo único que les quedaba era lo puesto.
Cuenta Enrique que ese día tuvo dos momentos de alegría entre tanta tristeza y desolación. Estando con Mrs. Quinlan, quien era como su “mama” postiza en el internado y junto con otros compañeros, se pusieron a buscar, sin suerte, alguna cosa “rescatable”, cuando de pronto, a lo lejos vieron algo que brillaba entre los escombros. Con trabajo llegaron hasta el lugar donde descubrieron una medalla de la Virgen de los Milagros que Enrique y yo le habíamos obsequiado a Mrs. Quinlan un par de semanas atrás como muestra de agradecimiento a su dedicación y cariño para con nuestro hijo. El encontrar esa medalla entre las montañas de escombros fue para ellos un señal de sentirse que “no estaban solos.”
Siendo Enrique un ávido deportista, el segundo momento de gran alegría se dió cuando se fue al gimnasio en busca de los trofeos que la escuela con gran orgullo había ganado en varias competencias deportivas a lo largo de los años. El piso en su totalidad estaba cubierto de basura, agua y lodo y la superficie se encontraba infestada de cangrejos y aguamalas. Con desesperación empezó a remover escombros con la esperanza de encontrar alguno, y para su inmensa sorpresa, se topó con el primero. Siguió y siguió mientras iban apareciendo unos cuantos más. Con el corazón lleno, los tomó y llegó hasta donde estaba “Brother Ronald.” Se abrazaron y alegraron de tener en sus manos lo único tangible que “formaba parte de la historia de St. Stanislaus.”
Conforme pasaron las horas, las provisiones se fueron agotando, gente de la comunidad que habían perdido sus casas y no tenían a donde ir, empezaron a llegar a la escuela siendo que era de lo poco que había quedado en pie. Los caminos estaban destruídos y no había manera de entrar o salir del área. Mientras, en Móbil, Alabama hermanos de la congregación altamente preocupados, juntaron algunas provisiones y pidieron ayuda a las autoridades para conseguir un vehículo que pudiera llegar hasta la escuela. Y la ayuda llegó justo a tiempo cuando se habían quedado ya sin agua y alimento.
Los alumnos, junto con los adultos mayores fueron llevados a Mobil en un trayecto que duró horas. En silencio, con el espíritu roto y la inmensa incertidumbre del futuro, observaban a su paso la destrucción total de lo que días antes había sido un lugar familiar lleno de vida y que ahora solo eran imágenes en su memoria.
Bay bridge que comunicaba Pass Christian con Bay St. Louis. foto superior Tim Isbell. Foto inferior John Fitzhugh
En la noche llegó la llamada tan esperada para avisarnos que Enrique estaba bien y necesitaba tomar un avión de Móbil esa misma noche. Dentro de los únicos tres destinos ofrecidos se encontraba Dallas, TX en donde vive Pepe Martínez, tío muy querido de la familia, quien lo recibió a media noche a la puerta del avión y junto con su esposa Sandi se convirtieron en ángeles en esas horas tan difíciles para Enrique.
Enrique pasó las siguientes semanas encerrado en su cuarto pegado a su computadora buscando a sus amigos y maestros, invadido de una gran tristeza y frustración al saberse tan lejos del lugar al cual le tenía tanto cariño y sin poder estar ahí para ayudar de alguna manera. Es así como nació la idea de “las Empanadas con misión.” Yo elaboraba empanadas las cuales se vendían por docena y Enrique se encargaba de hacer los repartos. Muchas manos amigas se unieron a esta labor y varias tardes sentadas alrededor de la mesa rellenábamos empanadas en línea de producción. El dinero que se recaudó se donó a la escuela bajo el nombre de “Empanadas with a Mission” y esta fue la manera en que Enrique se sintió útil ayudando de lejos y aportando “su granito de arena.”
Para principios de 2006, los hermanos de St. Stanislaus con Brother Ronald a la cabeza y el apoyo de la comunidad de Bay St. Louis MS decidieron embarcarse en la labor titánica de reconstruir la escuela y se determinó que St. Stanislaus abriría de nuevo sus puertas para el inicio del ciclo escolar 2006-07. La reconstrucción tardaría años, pero mientras tanto, se empezaría por el edificio de los dormitorios y se adaptarían salones de clase en unidades móbiles.
Con la determinación que lo caracteriza y sin pensarlo dos veces, Enrique decidió regresar a St. Stanislaus para ser parte de la reconstrucción de su querida escuela y comunidad. Y así fue. Se graduó de St. Stanislaus en 2008 satisfecho de haber cumplido su promesa.
Y nueve años después…. St. Stanislaus, gracias al incansable esfuerzo de Brother Hingle, las familias de la escuela y la comunidad de Bay St. Louis MS. está nuevamente de pié, en el mismo lugar donde no hace mucho Katrina se llevó pertenencias, muros y ventanas, pero no la esperanza y las ganas de volver a empezar.
EMPANADAS ARGENTINAS DE CARNE Esta es una receta de mi muy querida amiga argentina Elba Bonini. De esta receta rinden 48 empanadas. Me gusta hacer toda la cantidad para congelarlas y poder tener siempre a la mano. Para congelar las empanadas es muy importante que las acomodes en una charola (como si las fueras a hornear) y así las congeles. Una vez congeladas, ya las puedes poner juntas en bolsas de plástico, de esta manera no se pegarán entre si. Para hornear empanadas congeladas solo necesitas acomodarlas sin descongelar en una charola de horno forrada de papel estraza (parchment), barnizarlas con un poco de huevo (opcional) y meterlas a horno caliente por unos 40 a 45 mins. o hasta que esten doradas. En la receta original se le agrega un poco de huevo duro a la hora de armar las empanadas, pero como en mi casa a Fernanda no le gusta, sólo le pongo aceitunas. Ingredientes
200 gr. de manteca vegetal
2 kg. cebolla cortada en plumas
1 kg. de carne de res molida
1/2 cucharadita copeteada de comino molido
2 cucharaditas copeteadas de oregano
2 cucharaditas copeteadas de pimentón dulce (paprika)
1/2 cucharadita al ras de hojuelas de chile seco (las que se usan en las pizzas)
3 cucharaditas de sal
1/2 cucharadita de pimienta
1/2 taza de agua
aceitunas kalamata cortadas a la mitad
48 tapas para empanadas argentinas (Aquí en los Angeles las encuentro congeladas en los supermercados latinos)
1 huevo para barnizar (opcional)
Procedimiento
1. En un sartén grande se pone a derretir la manteca. Una vez derretida se agrega la cebolla en plumas
2. Con una pala de madera se mueve bien y se deja cocinar a fuego medio por unos 10 minutos o hasta que la cebolla se empiece a ver transparente y este suave. 3. Se coloca la carne molida encima de la cebolla y con la cuchara de madera se va integrando bien con la cebolla rompiendo la carne con los movimientos de la cuchara para evitar que se formen bolas grandes de carne. Se agrega el agua y las especies y se sigue integrando bien hasta que la carne se haya cocinado por completo. 4. Extiende la mezcla de la carne en una charola de horno y deja enfriar a temperatura ambiente por unos 45 minutos. Tapa con papel aluminio y mete al refrigerador por un par de horas más o hasta que haya enfriado completamente. 5. Para rellenar y cerrar las empanadas te comparto el video a continuación.
6. Calienta el horno a 200 ˚C (400˚F). Coloca las empanadas sin que peguen en una charola de horno forrada con papel estraza (parchment). Barniza con huevo batido (opcional). 7. Mete a hornear por unos 35 mins. o hasta que se vean doradas. Si horneas las empanadas congeladas, el tiempo de hornear será de unos 7 a 10 minutos más. ¡Disfruta!
- 200 gr. de manteca vegetal
- 2 kg. cebolla cortada en plumas
- 1 kg. de carne de res molida
- ½ cucharadita copeteada de comino molido
- 2 cucharaditas de oregano
- 2 cucharaditas copeteadas de pimentón dulce (paprika)
- ½ cucharadita al ras de hojuelas de chile seco (las que se usan en las pizzas)
- 3 cucharaditas de sal
- ½ cucharadita de pimienta
- ½ taza de agua
- aceitunas kalamata partidas a la mitad
- 48 tapas para empanadas argentinas (Aquí en los Angeles las encuentro congeladas en los supermercados latinos)
- 1 huevo para barnizar (opcional)
- En un sartén grande se pone a derretir la manteca. Una vez derretida se agrega la cebolla en plumas
- Con una pala de madera se mueve bien y se deja cocinar a fuego medio por unos 10 minutos o hasta que la cebolla se empiece a ver transparente y este suave.
- Se coloca la carne molida encima de la cebolla y con la cuchara de madera se va integrando bien con la cebolla rompiendo la carne con los movimientos de la cuchara para evitar que se formen bolas grandes de carne. Se agrega el agua y las especies y se sigue integrando bien hasta que la carne se haya cocinado bien.
- Extiende la mezcla de la carne en una charola de horno y deja enfriar a temperatura ambiente por unos 45 minutos. Tapa con papel aluminio y mete al refrigerador por un par de horas más o hasta que haya enfriado completamente.
- Rellena y cierra las empanadas (video)
- Calienta el horno a 200 ˚C (400˚F). Coloca las empanadas sin que peguen en una charola de horno forrada con papel estraza (parchment). Barniza con huevo batido (opcional) y mete a hornear por unos 35 mins. o hasta que se vean doradas.
Fernanda says
En serio me hiciste llorar! xoxo Te amo ma.
Chef Maca says
Gracias Fer, yo también
Ana Paula Delja says
Como llore ese dia y hoy leyendo esta historia. Te quiero, Enrique!
Chef Maca says
Si, un día que siempre recordaremos. Gracias Ana Paula
Denise Lassuzet says
Por la mudanza y todo me había atrasado con las recetas! Hasta hoy tocaron las empanadas y vaya que me conmovió el relato! Aunque lo había oído ya en su momento, revivirlo con las fotos y los detalles fue muy fuerte! Que bendición tan grande y felicidad que Enrique esté bien!! Saludos a todos! Gracias por el video de cómo doblar las empanadas! Buenísimo!
Chef Maca says
¡Gracias Denise! Todos los “posts” los escribo con mucho cariño, pero efectivamente éste fue especial. ¡Gracias por compartir!