Esta es la historia de unos aretes de novia y como nació una tradición familiar.
María Martínez, que es con quien inicia esta historia, fue una mujer de muchos dones. Le gustaba escribir y se dice que lo hacía de esa bella manera que llega al corazón.
Cuando llegó a la edad de merecer, como antes se decía, María conoció a un joven llamado Vicente y de aquel encuentro surgió un formal cortejo que terminó en boda un 14 de junio de 1884. Se dice que fue un matrimonio feliz y prolífico, pues de esa unión nacieron once hijos, entre los cuales uno fue Ernesto quien se convertiría años más tarde en el padre de María Elena, la nieta mayor de Vicente y María y protagonista, junto con sus aretes, de esta historia.
María Elena Duhart Dellaluna, a quien su padre llamaba Chata de cariño, nació en el año de 1915. Fue hija única del primer matrimonio de Ernesto con María Teresa. Tristemente su madre murió cuando ella era apenas una niña. Al cabo de un tiempo, su padre volvió a contraer nupcias con Carmen quien sería la madre de sus tres medios hermanos: Carmen, Ernesto y Luis. Chatis adoraba a sus hermanos y desde chiquita los protegía como una pequeña mamá. Los cuatro crecieron muy unidos y hasta el final de sus vidas así se mantuvieron.
María Elena encontró en el joven Enrique Osete al amor de su vida y un sábado de primavera del año de 1936 hubo boda. Para la ocasión, Ma. Elena estrenó unos aretes que habían sido regalo de su abuela María.

Chatis y Enrique el día de su boda 18 de abril de 1936
Su matrimonio fue uno muy feliz. En sus planes estaba el tener hijos, pero no pudo ser así. Sin embargo, Chatis y Enrique disfrutaron inmensamente su vida de pareja; viajaron por el mundo y tuvieron una vida muy feliz rodeados de amigos y familia. Fueron los tíos más admirados y queridos de sus sobrinos.
Pasó una década de la boda de Chatis cuando llegó el turno de casarse a su hermana Carmen “Melú”, y siguiendo la tradición de que la novia debía llevar algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul el día de su boda para augurar buena suerte en su matrimonio, Chatis le prestó los aretes que había estrenado el día de su boda y tiempo después, los usaría también su futura cuñada Carmela.

Melú 1947 y Carmela 1952
Dos décadas pasaron y llegó el turno de los primeros sobrinos y sobrinas en casarse. Tanto Cantan como Lourdes, llevaron puestos los aretes prestados de Chatis el día que se casaron. Y a partir de entonces, los aretes de novia empezaron a ocupar un lugar importante en cada boda futura de la familia.

Cantan 1964 y Lourdes 1969
Sin embargo, llegó el día en que muy a pesar de Chatis, una de sus ahijadas decidió romper la tradición negándose a usar los aretes de novia el día de su boda. Quién iba a decir que para su mala suerte, su matrimonio terminó en divorcio y fue así como de este desafortunado evento, los aretes de Chatis no solo adquirieron mayor protagonismo en las futuras bodas familiares, sino que a su vez, alcanzaron un cierto “poder mágico” para presagiar un futuro matrimonial poco prometedor para aquellas que no los usaran el día de su boda.
Cada hija y nuera de Melú lucimos los aretes de Chatis vestidas de novia; no solo porque se habían convertido en una auténtica tradición de familia de la cual uno se sentía halagado de formar parte, sino también porque, aquí entre nos: ¿Quién querría correr el riesgo de no hacerlo?

Nena 1974, Tere 1980, Ana Guadalupe 1980, Mayra 1980, Gaby 1980, Lilia 1982, Maca 1982, Carmen 1984 y Lourdes 1984
Llegó la década de los noventas en que empezaron a casarse las sobrinas nietas. El paso del tiempo había revelado que el “poder mágico” de los aretes de boda para presagiar el futuro no había sido siempre acertado, sin embargo, nuevas novias siguieron usándolos como amuleto de buena suerte fortaleciendo así una tradición que unía e identificaba a las mujeres de la familia a través del tiempo.

Karla 1993, Roxana 1994 y Mari Carmen 2006

Fernanda 2006, Maria Jose 2007, Ana Ursula 2007, e Isabel 2008

Ana Paula 2011, Dinna 2012 y Estefanía 2012

Daniela 2014, Vanessa 2015, Susana 2018 y María Jose 2019
Con el inicio de una nueva década se estrenó la primera boda de una nueva generación. Una vez más, los aretes de Chatis acompañaron a la primera sobrina bisnieta al altar el día de su boda.

Maria 2020
Chatis ya no está con nosotros, pero su recuerdo y legado seguirán vivos a través de los años en cada novia que lleve sus aretes puestos en uno de los días más felices de su vida.
…Y para acompañar esta historia de una tradición familiar he escogido una receta dulce y también tradicional de la cocina mexicana
FLAN TRADICIONAL
Un postre casero lleno de tradición. Cremoso y delicado que será siempre un final felíz a cualquier reunión.
Ingredientes
- 1/3 taza de azúcar granulada
- 1 cucharada de agua
- 1 litro de leche entera
- 1/4 cucharadita de sal
- 1 tira de cáscara de limón
- 2 tazas de azúcar granulada
- 8 huevos
- 1 cucharadita de vainilla
Procedimiento
Precalienta el horno a 350˚F (200˚C)
- En un sartén pequeño coloca 1/3 de taza de azúcar granulada con 1 cucharada de agua. Calienta a fuego medio sin mover. Deja que hierva y cuando empiece a asomarse un color dorado, mueve suavemente el sartén de un lado a otro para que el azúcar se vaya quemando parejo. Si llegara a cristalizarse el azúcar, mueve fuerte con una cuchara de madera para que se integre bien. Cuando el azúcar alcance un color ámbar, retira del fuego y vacía al molde del flan girando para que se esparza bien por el fondo. El caramelo también puede hacerse directamente en una flanera resistente a la lumbre.
2. Coloca dentro del horno una charola honda donde quepa dentro el molde o flanera con capacidad de 8 tazas. Llena 1/3 de la charola con agua.
3. En una olla mediana vacía el litro de leche con las sal y la cáscara de limón.


5. En un tazón grande bate los huevos con un tenedor. Vacía poco a poco la leche a la mezcla de los huevos moviendo constantemente con un batidor de globo para evitar que los huevos se cuezan. Agrega el extracto de vainilla.
6. Cuela la mezcla de la leche al molde de hornear. Tapa el molde con papel aluminio y mete al horno dentro de la charola con el agua ya caliente. Hornea por una hora o hasta que al insertar un palillo éste salga limpio.
7. Saca del horno y deja enfriar una hora a temperatura ambiente. Mete al refrigerador la noche anterior a servirlo.
Para voltearlo, pasa con un cuchillo delicadamente alrededor del molde. Sacude un poco con las manos y voltea a un platón.
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